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“Mamá, evité agredir esa anciana”

“Mamá, evité agredir esa anciana”
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  • Publishedabril 3, 2024

Por Víctor Elías Aquino

En el sector Villas Agrícolas, zona norte de Santo Domingo, todo parecía pequeño cuando la vecina, doña Aurora aparecía con su rechoncha figura que, parecía llenarlo todo el espacio vital, a dondequiera que llegaba con sus casi 450 libras.

La dama tenía su sello distintivo, El Rosario colgado en el cuello, labrado con madera de sándalo, madera preciosa que perfuma el hacha que la hiere, que la corta.

El Rosario que colgaba de su grueso cuello era justo adecuado a sus medidas, está compuesto por 50 piezas que simbolizan los misterios, acontecimientos, momentos significativos) de la vida de Jesús y de María, conforme la visión de la fe católica. Dios tiene la última palabra en cuanto a su estilo de vida en esta tierra.

Era la primavera de una mañana, en que la mujer de escasos cinco pies cinco pulgadas y sus 204 kilogramos de peso, había ido aquella mañana al colmadito de doña Ramona en busca de un poco de salsa para sazonar unas carnes.

Al entrar al portal del negocio, le recibe un muchachito, Carlos José, a quien dice con voz de militar, no de vecina, “véndeme tres cheles de salsa, acto seguido, el chico tomó la taza, y la cucharita de servir y puso en ella lo que entendía justo”; cuando la mujer vio la cantidad del condimento, su tez blanca se tornó rojiza, y su cara dibujaba el desagrado perfecto.

Acto seguido, miró con desprecio al muchacho, y luego echó un ojo a la cantidad servida, tragó en seco, en un arranque de ira le dijo, “yo no te doy una galleta porque “estoy vestida de la divina prudencia”, al momento de rodarse el velo para que el chico le viera la cara.

La dura respuesta a un muchachito que todavía no sabía distinguir entre su mano derecha, y cuál su mano izquierda, no pareció lo que Jesús enseñó cuando dijo, “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. (Mateo 19:14).

En ese momento, entró a escena la madre del muchacho, y cuando mira el rostro de disgusto que tiene le dijo, “vecina que pasa”, no respondió, pero le mostró la cantidad de salsa, diciendo que era muy poquito. Acto seguido, tomó el envase de la dama, y procedió a decirle, vecina me avisa cuando entienda que es la cantidad correcta, echando el producto, hasta que ella quedó complacida.

Cuando la mujer dio media vuelta, arreglándose la mantilla, el muchacho le dijo, “mamá, no le pegué una galleta a ella para que usted no pasara una vergüenza”.

Por: Víctor Elías Aquino

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