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Asistimos al desmonte de una normativa internacional confiable, dando paso a lo que podría entenderse como la ley de la selva: “Sálvese el que pueda”, siendo mayoría global aquellos que no pueden. Los países productores que exportan al gran mercado norteamericano verán negativamente alterada su competitividad en las tiendas, debido al alza de los precios para el consumidor estadounidense. Se anticipa una merma en la venta de artículos extranjeros. Europa, Asia y Latinoamérica, en particular, sentirán una creciente conmoción, expresada en devaluación de sus monedas locales, aumento del desempleo y restricciones en su capacidad importadora, debido a la reducción del neto recibido por los materiales que venden al mercado estadounidense. Es posible que mucha gente humilde no entienda el fenómeno de la inflación combinado con un estancamiento del flujo mercantil. Sería algo así como tener un aumento exagerado en los precios de las mercancías, acompañado de una disminución en las ventas. Tendríamos casas y apartamentos muy caros, pero con pocos clientes que califiquen para comprarlos. Las capas medias de la población, acostumbradas al lujo y a los caprichos de la moda, verán reducida su capacidad adquisitiva. Se crea un espacio social peligroso del que pueden surgir escapes emocionales como el consumo de drogas ilícitas, las cuales, a manera de calmantes, ofrecen al usuario una breve fantasía de bienestar y de abundancia.
Debemos educarnos para afrontar los retos del presente y las incógnitas del mañana. No esperemos a que nos arrope la tormenta para reaccionar, pretendiendo minimizar o ignorar la realidad.
Tengamos siempre presente a Juan Bosch, quien sostenía que cuando la economía norteamericana tiene fiebre, la nuestra padece una neumonía.