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Medios de comunicación y salud mental

Medios de comunicación y salud mental
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  • Publishednoviembre 2, 2024
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Por Juan Salazar

Tengo por costumbre no escribir sobre salud mental por coyuntura. Por eso me abstuve de hacerlo el pasado domingo, durante la semana en que se conmemoró el Día Mundial de la Salud. Con ocasión de la fecha, fui invitado por el Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública y la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) a un panel sobre “Retos de la salud mental en RD”, en la sede central de esa academia, donde expuse sobre el título de este artículo.

Como el tiempo fue muy reducido hice una síntesis de la exposición, que ahora les presento completa en este artículo a mis lectores:

Los medios ejercen sin dudas una gran influencia en la percepción que tiene la población sobre la mayoría de las realidades sociales y, la salud mental. no es la excepción.

De ahí que un correcto manejo de las informaciones sobre salud mental podría cambiar el estigma, la discriminación, el rechazo y el olvido que históricamente han prevalecido en el trato a los pacientes de esta área del sector salud.

La salud mental no es solo la cenicienta del sector salud, se asume de igual manera en los medios de comunicación en materia de cobertura y difusión de las noticias sobre ese ámbito.

Aunque en los últimos años ha ido cambiando la atención que otorgan los medios de comunicación a la salud mental, todavía estamos muy lejos de la meta anhelada.

Aún no se ha logrado romper con algunos mitos tan arraigados respecto a los enfermos mentales. Por ejemplo, que son violentos o que resulta prácticamente imposible, en el caso de los crónicos, reinsertarlos en sus comunidades como entes productivos.

Pese a ese criterio tan difundido en los medios de comunicación, la realidad es que la mayoría de los enfermos mentales pueden llevar una vida normal dentro de sus comunidades, siempre que cuenten con una atención integral y el apoyo de sus familiares.

Históricamente los medios de comunicación se han concentrado en destacar todo lo relativo a la salud física, especialmente sobre las enfermedades infecto-contagiosas y las llamadas catastróficas, olvidando que ambas se complementan, porque un deterioro de la salud física puede acarrear trastornos mentales, y viceversa.

En los medios ocupan un amplio espacio informaciones de virus respiratorios, el dengue, la malaria y leptospirosis, pese a que el suicidio genera más muertes cada año que todas esas enfermedades juntas. Y esos decesos por suicidio registrados –casi un promedio de 600 por año en la última década- pudieran ser mucho más si no fuera por el subregistro, porque muchos no se reportan como tales debido al estigma en torno a las enfermedades mentales.

Recientemente, las autoridades sanitarias, en una acertada decisión, comenzaron a incluir en el boletín epidemiológico los datos relativos al comportamiento de la salud mental, pero aún así los medios siguen privilegiando otras enfermedades incluidas en el informe y apenas hacen mención de la salud mental.

Sin embargo, hay que reconocer que comienzan a observarse algunos cambios positivos en los medios con el manejo de informaciones sobre salud mental.

Uno de ellos es incluir en las noticias sobre el tema el dato de la línea telefónica de ayuda oficial disponible para personas con trastornos mentales, así como con pensamientos e ideas suicidas.

 

Uno de ellos es incluir en las noticias sobre el tema el dato de la línea telefónica de ayuda oficial disponible para personas con trastornos mentales, así como con pensamientos e ideas suicidas.

Hay que reconocer también que comienza a observarse un manejo menos sensacionalista de las noticias sobre suicidios, especialmente en los impresos, tomando en cuenta que ese ingrediente puede convertirse en un incentivo. Claro el trabajo mayor de conciencia hay que hacerlo en medios digitales, donde todavía importa mucho más acaparar “views” que darle un manejo consciente al tema.
Tres aspectos a tomar cuenta al respecto, siempre será recomendable y, por lo menos algunos medios impresos y digitales han comenzado a observar estas sugerencias, no incluir datos del método utilizado para quitarse la vida, notas dejadas por un suicida y otros detalles que contribuyan a justificarlo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), así como psiquiatras y psicólogos, advirtieron que la pandemia del Covid-19 dejaría secuelas preocupantes en materia de salud mental. Esa premonición ya la estamos observando, basta navegar un poco por las redes sociales y observar los contenidos compartitos, para darnos cuenta que tan exacerbados están los problemas de salud mental en la sociedad dominicana y a escala global.
Los trastornos de salud mental es la otra pandemia que nos dejó el Covid-19. Y los medios de comunicación hicieron poco hincapié en este aspecto, para conminar a las autoridades a adoptar las medidas preventivas. Los virus y otras enfermedades siguieron copando más su atención, mientras la salud mental y sus evidentes secuelas apenas se mencionaban.
Hoy la realidad nos ha dado en la cara y, aunque la reacción ha sido tardía, hay que saludar iniciativas como el Foro de Salud Mental anunciado por el periódico Listín Diario para el 8 de noviembre del presente año, con la participación de especialistas dominicanos y extranjeros, a fin de abordar los desafíos actuales de la salud mental en el país.
La actividad, una plausible iniciativa del director del decano de la prensa nacional, Miguel Franjul, procura involucrar a expertos multidisciplinarios para debatir las políticas públicas existentes y proponer las reformas que se entiendan necesarias para afrontar la problemática de la salud mental desde las academias, la sociedad civil, los medios de comunicación y el Estado.
Los medios de comunicación, precisamente, están llamados a dar un giro en sus enfoques sobre temas de salud mental, convirtiéndose en instrumentos de aportes y soluciones, lo que pretende Listín Diario con su foro.
Por ejemplo, en una ocasión escribí para Listín Diario, donde laboro actualmente, una serie de reportajes sobre personas bajo depresión y cómo salieron airosas de ese trastorno mental que provoca gran parte de los suicidios en el país.
La idea era fijar en la mente de nuestros lectores que podrían estar enfrentando situaciones traumáticas similares, que el suicidio no es una salida a cualquiera de los estresores de la vida.
Quiero resaltar aquí que en muchas ocasiones también la información oficial servida a los medios de comunicación resulta ser deficiente y no edifica a la sociedad como se debería en materia de salud mental.
Una muestra al respecto. Una de las recomendaciones de la Conferencia sobre Reestructuración de la Atención Psiquiátrica en América Latina, realizada del 11 al 14 de noviembre de 1990, en Caracas, Venezuela, fue que la atención psiquiátrica convencional no permite alcanzar los objetivos compatibles con una atención comunitaria, descentralizada, participativa, integral, continua y preventiva.
De ahí que una de las sugerencias de esa conferencia fue la eliminación de los manicomios, tomando en cuenta que aislar al enfermo de su medio le genera una mayor discapacidad social.
República Dominicana fue uno de los primeros países que acogió esta sugerencia, eliminando el manicomio del kilómetro 28 de la autopista Duarte, e instalando allí un Centro de Rehabilitación Psicosocial, donde ahora se brinda un trato más humano a los pacientes.
Pero todavía veo declaraciones recogidas en medios de comunicación, incluso de legisladores, sugiriendo que se reabra el psiquiátrico del 28, porque ahora no hay un lugar donde recluir a los enfermos mentales deambulantes. Las propias autoridades del sector salud podrían utilizar sus departamentos de comunicaciones y de prensa para suministrar informaciones orientadoras al respecto.
Amplios sectores de la sociedad incluso ignoran la existencia de la Ley 12-06 de Salud Mental, promulgada el 3 de febrero de 2006, porque su contenido no ha sido socializado efectivamente por las autoridades del sector con los medios de comunicación.
El miércoles de la pasada Semana Santa entró a la recepción del Listín Diario la joven Israelys García Paulino, sumamente desorientada y con claras evidencias de que padecía algún trastorno mental.
Un colega de la redacción me pidió orientación sobre cómo manejar el caso, tomando en cuenta que en 2016 realicé una serie de reportajes para el periódico titulada “En la piel de locura”, la cual me permitió palpar en carne propia la realidad de la salud mental en el país y todo lo relativo al manejo de enfermos mentales en las calles.
Ver a Israelys en esa condición me llevó a evocar el momento cuando salí a las calles fingiendo ser un enfermo mental, con todo el rechazo y las agresiones vividas, incluso por personal de seguridad del medio donde laboro.
Con Israelys en esa oportunidad el trato fue diferente, pues varios de mis colegas de la redacción se involucraron conmigo para darle apoyo, afecto y mostrar empatía hacia ella.
El trato que me dispensaron a mí aquella vez y el brindado a Israelys este año, me demostró que los medios de comunicación si pueden contribuir a propiciar cambios profundos que garanticen un trato humano a los enfermos mentales.
Y citó a continuación algunas de las cruzadas por la salud mental que los medios de comunicación podrían hacer suyas:
-Salud mental con un enfoque comunitario, llevando esas atenciones a las Unidades de Atención Primaria (UNAP), una manera de descongestionar los centros del tercer nivel.
Habilitar más hospitales de día, como el centro RESIDE del sector La Nueva Barquita, y el que funcionaba en el  hospital Francisco Moscoso Puello, donde los pacientes puedan recibir consultas, terapias y fármacos, sin la necesidad de trasladarse a los grandes hospitales.
-Propugnar por el nombramiento de psiquiatras y psicólogos en provincias donde no se cuenta con ese servicio.
-Un nuevo Plan Nacional de Salud Mental, que actualice las metas que se plantearon en el que abarcó el período 2019-2022.
Fortalecer programas como los de viviendas tuteladas y protegidas, hogares de paso, inserción laboral de pacientes recuperados y la creación de grupos de familias.
Hay que socializar a todos los niveles el protocolo del “Programa Deambulantes”. Los medios pueden insistir en la necesidad de garantizar un trato humano y el respeto a sus derechos de los enfermos mentales en condición de calle. Encerrarlos en un manicomio no es lo más apropiado, sino lograr reinsertarlos a su vida familiar y comunitaria.
Otra gran cruzada de los medios de comunicación por la salud mental es la necesidad de modificar las leyes 12-06 de Salud Mental y la 87-01 de Seguridad Social para garantizar la cobertura a los pacientes.
Como el lema de este año con ocasión del Día Mundial de la Salud Mental ha sido “Priorizar la salud mental en el lugar de trabajo”, hay que llevar charlas de orientación sobre salud mental a las empresas, pero también a escuelas, colegios, universidades y a otros escenarios donde tanta gente necesita orientación sobre cómo manejar los estresores de la vida.
-Los medios de comunicación pueden cambar la forma de etiquetar a los enfermos mentales. Ya usamos privados de libertad en lugar de reos y reclusos, y personas con discapacidad en lugar de discapacitados. Entonces por qué seguir utilizando términos como locos, dementes, orates, desequilibrados, enajenados, entre otros peyorativos, para referirnos a los enfermos mentales.
Cuando surgen temas sensibles, como la actual propuesta de reforma fiscal, también se debería pensar en salud mental. Los medios han consultado a la mayoría de los sectores que saldrían perjudicados. Pero también la incertidumbre y ansiedad que provocan propuestas de este tipo, exacerban los trastornos mentales y pueden llevar a otros a debutar con alguna condición.
Y no olvidar que los trabajadores de la prensa también sufren, como cualquier otro ser humano, de diversos trastornos mentales, debido a su ajetreada vida laboral, aunque siempre ha sido un tema tabú en ese ámbito.
Como he dicho anteriormente, en eso influye mucho la creencia casi generalizada de que el comunicador social está para contar las necesidades y sufrimientos ajenos, no para padecerlos.
En conclusión, no hay que esperar una fecha conmemorativa o que la desgracia llegue a nuestras puertas para dejar de lado la indiferencia y ser empáticos con los enfermos mentales. Muchas veces los llamados “cuerdos” necesitan más un cambio de mentalidad que los etiquetados como “trastornados”.
Y los medios de comunicación podrían ser esenciales en la meta inaplazable de lograr cambios en tantos ámbitos para beneficio de una población tan estigmatizada, discriminada y olvidada.
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