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Por : Alexander Olivence G.
En República Dominicana, como en toda democracia vibrante, la libertad de expresión no es un lujo, sino un derecho fundamental. Sin embargo, surgen debates recurrentes sobre si el Estado debe “regular” lo que se dice o se publica. Ante esto, cabe recordar: en democracia, la libertad de expresión no se regula, se respeta. Cuando un gobierno intenta definir por ley qué puede o no decirse, no fortalece la democracia; la debilita.
**La Libertad de Expresión como Pilar Democrático:**
La Constitución dominicana, en su Artículo 49, garantiza este derecho, reconociendo su rol esencial en el debate público, la rendición de cuentas y la diversidad de ideas. Históricamente, sociedades que han intentado acallar voces bajo el pretexto de “proteger” el orden han terminado erosionando sus instituciones. Ejemplos como las leyes de censura en regímenes autoritarios en América Latina durante el siglo XX son recordatorios de cómo la supresión del disenso abre paso a la opresión.
**Regulación vs. Respeto: Un Límite Peligroso:**
Hablar de “regular” la expresión implica otorgarle al Estado un poder subjetivo: ¿quién define qué es “dañino”, “falso” o “peligroso”? Las leyes ambiguas suelen convertirse en herramientas para silenciar críticos. En países como Nicaragua o Venezuela, normativas bajo discursos de “paz social” han justificado la persecución a periodistas y opositores. En contraste, democracias sólidas confían en que la ciudadanía, mediante el diálogo libre, distinga la verdad de la mentira y el respeto del odio.
**El Contexto Dominicano:**
En República Dominicana, aunque no hay una ley reciente que abiertamente restrinja la expresión, persisten desafíos como las demandas judiciales abusivas contra comunicadores o presiones indirectas a medios críticos. Organizaciones como el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) y espacios civiles han alertado sobre riesgos de iniciativas que, bajo buenas intenciones (como combatir noticias falsas), podrían abrir puertas a la censura estatal.
**¿Y el Discurso de Odio o la Desinformación?:**
Es legítimo preocuparse por estos flagelos, pero la solución no está en leyes ambiguas. El Código Penal ya tipifica delitos como la incitación a la violencia. Además, la educación mediática, el periodismo ético y plataformas autoreguladas son alternativas democráticas. La clave está en empoderar a la ciudadanía, no en controlarla.
**Conclusión y Llamado a la Acción:**
La democracia dominicana debe fortalecerse ampliando espacios de diálogo, no restringiéndolos. Como ciudadanos, es nuestro deber vigilar cualquier intento de disfrazar la censura como “protección”. Defender la libertad de expresión es defender la esencia de un país donde todas las voces, incómodas o no, tengan derecho a existir. Como dijo Juan Pablo Duarte: “Vivir sin patria, es lo mismo que vivir sin honor”. Hoy, agregaríamos: vivir sin libertad de expresión, es vivir sin democracia.
“”¡Defendamos ambas!””