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La envidia: el espejo oscuro del alma y su posible luz

La envidia: el espejo oscuro del alma y su posible luz
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  • Publishedoctubre 22, 2025
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Por: Ángel Ruiz Bazán

La envidia es una de las emociones más antiguas y complejas del ser humano. Está presente en todas las culturas, en todas las épocas y en todas las capas sociales. Es ese sentimiento incómodo que surge cuando percibimos que otro posee algo que nosotros deseamos: belleza, éxito, reconocimiento, amor o poder. Sin embargo, más que una emoción ajena o superficial, la envidia es un espejo que nos enfrenta con nuestras propias carencias, inseguridades y anhelos no resueltos.

Las raíces de la envidia

La envidia nace del desequilibrio interno entre el ser y el tener. Cuando nuestra identidad se mide en comparación con la de otros, abrimos la puerta a un estado permanente de insatisfacción. En el fondo, quien envidia no sufre por lo que el otro tiene, sino por lo que siente que le falta a sí mismo.

Desde una mirada psicológica, la envidia se origina en la baja autoestima y la frustración acumulada. El envidioso proyecta en el otro su propio ideal no alcanzado; sufre porque el otro representa lo que él desearía ser. En ese sentido, la envidia no es más que una forma distorsionada de admiración reprimida.

En el plano social, vivimos en un mundo que constantemente nos empuja a compararnos: redes sociales que glorifican el éxito ajeno, sistemas que miden el valor personal por la apariencia, el dinero o los logros visibles. Este contexto alimenta una envidia colectiva, silenciosa, que corroe la empatía y la solidaridad.

Las consecuencias de la envidia

La envidia, cuando se instala en la mente, actúa como un veneno emocional. Desgasta la energía, distorsiona la percepción de la realidad y nos encierra en un círculo de resentimiento. Quien envidia vive más pendiente de los logros ajenos que de su propio crecimiento; su mirada se vuelve una lupa sobre lo que el otro consigue y un vacío sobre sí mismo.

A nivel psicológico, puede generar ansiedad, amargura, depresión y aislamiento. La persona envidiosa sufre doblemente: por lo que no tiene y por el rechazo que provoca en los demás al mostrar hostilidad o desdén. La envidia no destruye al envidiado —al menos no siempre—, sino principalmente al envidioso.

En las relaciones humanas, la envidia envenena la confianza. Daña amistades, familias y entornos laborales. Socava el sentido de comunidad, porque convierte la cooperación en competencia y la admiración en sospecha.

El sol brilla para todos: la envidia como oportunidad

Recuerdo una conversación con un buen amigo a quien pregunté una vez sobre un tema que me preocupaba. Su respuesta fue simple, pero profunda:
“El sol brilla para todos.”

Aquella frase, en apariencia sencilla, encierra una gran enseñanza sobre la naturaleza humana y la envidia. El sol no discrimina, no elige a quién iluminar; brilla para todos, aunque cada uno reciba su luz desde un ángulo distinto. Comprender esto es entender que el éxito de los demás no nos resta luz, sino que puede inspirarnos a buscar la nuestra.

Esa respuesta me hizo pensar que lo importante en la vida no es competir por la luz del otro, sino superarnos día a día, aprender del ejemplo ajeno y reconocer que cada persona tiene su propio ritmo y camino.
En lugar de envidiar con resentimiento, podemos envidiar con admiración, felicitando al prójimo por sus logros y aprendiendo de sus experiencias para fortalecer nuestro propio crecimiento.

La envidia, transformada así, se convierte en una herramienta de evolución: deja de ser una emoción destructiva para convertirse en una motivación positiva. Nos impulsa a mirar dentro de nosotros mismos, a descubrir nuestras capacidades dormidas y a trabajar por lo que deseamos, sin desear el fracaso ajeno.

Cómo convertir la envidia en crecimiento

Transformar la envidia en algo positivo requiere tres pasos esenciales:
1. Reconocerla sin vergüenza. Solo quien acepta lo que siente puede comprender su origen. La negación solo la profundiza.
2. Reorientarla hacia la admiración. Si alguien logró lo que deseamos, significa que es posible. Su éxito puede ser una hoja de ruta, no una afrenta.
3. Actuar desde la gratitud. Cuando entendemos que el sol también nos ilumina, aunque en diferente momento o intensidad, dejamos de compararnos y empezamos a construir.

El poder de la gratitud y la autocompasión

La cura más profunda contra la envidia es la gratitud. Quien aprende a valorar lo que tiene, sin compararlo con lo ajeno, se libera del veneno de la insatisfacción. La autocompasión, entendida no como resignación sino como aceptación del propio proceso, nos enseña que cada logro —por pequeño que sea— tiene su valor.

La vida no es una carrera donde uno gana y otro pierde, sino un trayecto donde cada quien encuentra su momento de luz. El éxito de los demás no apaga el nuestro: lo anticipa, lo inspira o lo acompaña.

Conclusión

La envidia, en su forma más oscura, destruye. Pero cuando se ilumina con conciencia, puede convertirse en una fuerza transformadora. La frase “el sol brilla para todos” resume una verdad esencial: la vida tiene suficiente luz para todos los que deciden mirar hacia ella sin miedo ni resentimiento.

Dejar de envidiar no significa dejar de desear; significa desear con madurez, desde la admiración y no desde la comparación.
El verdadero triunfo no está en superar a otros, sino en superarnos a nosotros mismos cada día, reconociendo que el brillo ajeno no nos eclipsa, sino que nos recuerda que también estamos hechos de luz.

La Prensa tras la verdad