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Por Dayanara Rivera de Campos
Vivimos en una era marcada por un flujo constante de información, donde las redes sociales, la música y los contenidos digitales parecen inundar cada rincón de nuestra existencia. Sin embargo, esta sobreabundancia de datos y la falta de un filtro adecuado han creado un escenario peligroso: una pérdida progresiva de nuestros valores fundamentales.
Las redes sociales, en su mayoría, han dejado de ser espacios de interacción constructiva para convertirse en escenarios donde la desinformación y la superficialidad predominan. La rapidez con la que se difunden noticias falsas y contenidos sensacionalistas ha desdibujado la línea entre la verdad y la mentira, afectando nuestra percepción de la realidad y sembrando confusión en la sociedad.
Por otro lado, la música y los contenidos audiovisuales con un marcado sentido sexual, muchas veces sin un criterio responsable, han erosionado el sentido del pudor y el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. Programas en plataformas digitales, sin ningún control ni ética, promueven modelos de conducta que van en detrimento de la formación moral y espiritual de nuestros jóvenes.
Estos fenómenos no son aislamientos, sino síntomas de una crisis que afecta nuestra identidad como nación y como seres humanos. La descomposición de los valores humanos, el desprecio por la formación en valores, la pérdida de respeto a Dios y a nuestra historia, así como la disminución del sentido de pertenencia y nacionalidad, están poniendo en riesgo el futuro de nuestras próximas generaciones.
Es imperativo que hagamos un alto en el camino y nos sinceremos con nosotros mismos. Es momento de una profunda introspección nacional: preguntarnos dónde estamos y hacia dónde queremos ir. Solo mediante una reflexión consciente y un compromiso colectivo podremos reconstruir los cimientos éticos y morales de nuestra sociedad.
La recuperación de nuestros valores requiere acciones concretas: promover la educación en valores, fortalecer la familia, establecer controles responsables en los medios y plataformas digitales, y fomentar una cultura de respeto, respeto a Dios, a la patria y a la dignidad humana.
Solo así podremos garantizar un futuro emocional y socialmente estable para nuestros hijos y nietos. La responsabilidad es de todos: gobierno, instituciones, familias y cada ciudadano. La sociedad que queremos construir empieza en cada uno de nosotros. Hagamos un pare, reflexionemos, y actuemos con conciencia y compromiso. Nuestro destino como nación está en nuestras manos.