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Por: Sergio Sarita Valdez
Un inolvidable período de mi vida lo llené con el cine y la lectura de novelas. Hay largometrajes que dejaron su huella en mi memoria; entre ellos cito: 7 hombres y un destino, Zorba el griego, La novicia rebelde, todas las películas de Pedro Almodóvar, muy en especial Madres paralelas. Del cine cubano recuerdo de Rolando Díaz la cinta Los pájaros tirándole a la escopeta. De las novelas citaré, por conveniencia para el presente artículo, al autor británico George Orwell con su éxito 1984. En la obra asevera el novelista: “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”.
El nombre de Alfred Nobel, ingeniero químico, fabricante de cañones y otros armamentos de guerra en el siglo XIX, se convierte a partir del siglo siguiente en el premio mayor anual para todas las ciencias, gracias a que donó sus ahorros para que fueran repartidos entre los galardonados. Hombre de guerra donaba también un premio para la paz. “Cosas veredes, amigo Sancho”, le achaca el vulgo haber dicho Don Quijote a su escudero Sancho.
En pleno siglo XXI, a nueve mil millones de seres humanos se les habla de paz haciendo la guerra, como si aquellos fuesen ciegos a quienes se les muestra el mundo patas arriba, como diría el recordado Eduardo Galeano.
Hoy, las falsas estadísticas nos convencen de que los pocos sanos son los enfermos, en tanto que los millones de malnutridos viven libres de dolencias a pesar de sus carencias. Lo secreto es de público conocimiento y las noticias son tan fugaces como lo que dura un relámpago. La realidad es virtual y la virtualidad desaparece.
Deseo creer que habitamos un globo cíclico que describe órbitas en elipses ascendentes, las cuales nos conducen a nuevas realidades cargadas de contrastes en donde lo frío es caliente, lo negro es blanco y lo malo es bueno. Las nuevas generaciones se encargarán de inventar un código mágico que lea automáticamente al revés.
Uno abre los diarios y en los titulares se anuncia que todo anda bien: no existe inflación, tenemos abundancia de productos alimenticios de precios asequibles para toda la población.
Los servicios de salud son de óptima calidad y están disponibles las 24 horas en todo el territorio nacional.
Nos dicen que hay seguridad ciento por ciento en todas las calles y carreteras; nadie debe temer a que le asalten o le agredan. Nunca habíamos estado como hoy, todos felices y entretenidos en el paraíso soñado.
La ingenuidad es tan grande que hay mucha gente que se lo cree, hasta que la cruel y dura realidad le grita: ¡Despierta, Pilarín!
La humanidad vive un momento de crisis total. ¿Cuánto tiempo va a durar? Nadie lo sabe, y si alguien está enterado, hágamelo saber.
Mientras tanto, perseveremos en el positivismo creador que nos dice: ¡Vendrán mejores tiempos! “No hay mal que dure cien años”.