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Por Juan Taveras Hernandez
Comencé a estudiar ciencias políticas en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) hace ya muchos años, cuando decidí cambiar de carrera y estudiar periodismo porque sentí que podía contribuir mácon el rol social que desempeñaba desde la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER, luego UNER) y la Línea Roja del 14 de Junio.
Influyeron grandemente en mi decisión comunicadores como Orlando Martínez, Huchi Lora, Juan Bolívar Díaz, Ramón Colombo, Mario Álvarez Dugan, Bienvenido Álvarez Vega, Juan José Ayuso, Margarita Cordero, Orlando Gil, Rafael Herrera, Bonaparte Gautreaux Piñeyro, Kabito, Ruddy González, Miguel Franjul, Silvio Herasme Peña, Álvaro Arvelo, con quien laboré muchos años tanto en El Nacional como en la Z-101, formando un dúo espectacular, con más disenso que consenso.
También Radhamés Gómez Pepín, que se convertiría en casi un padre para mí, entre otros a los que leía con avidez, sin compartir muchas veces sus opiniones, pero todos eran grandes plumas, bien formados profesionalmente, con un ejercicio apegado a determinados valores éticos.
Eran años difíciles, donde decir la verdad implicaba un riesgo hasta de muerte, como le sucedió a Orlando Martínez. Muchos periodistas de esos años terminaron en la cárcel, algunos en el exilio. A Juan Bolívar Díaz casi lo matan en un atentado. Está vivo para contarlo.
¡Memoria contra el olvido!
Con ellos aprendí que para respetar y valorar a una persona no hay que compartir sus ideas, que cada uno es dueño y responsable de sus actos. Como he repetido otras veces, citando al cantor argentino
Alberto Cortez, muchas veces no entendemos que “somos los demás de los demás”, que debemos tratar a los otros como nos gustaría que nos trataran, con altura, dignidad y respeto, porque tenemos padres, esposas, hijos, familia y amigos.
Cómo han cambiado los tiempos. Dicen que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. No es verdad, pero en materia de comunicación social creo que sí, porque nunca la comunicación social se había degradado tanto, nunca la inversión de valores había llegado tan lejos.
Ahora tenemos “comunicadores”, “influencers”, tratando de ganar un espacio irrespetando a los demás, con palabras descompuestas, obscenas, altisonantes. Buscan hacer ruido, llamar la atención con denuncias en el aire porque para ellos es más importante la crítica por la crítica, la denuncia por la denuncia, que la verdad.
Conozco a Huchi Lora desde hace muchos años. Conocí a su madre, doña Altagracia, Tata; trabajé con su hermano Junio en el periódico El Nacional, donde ya cumplí 40 años de labor ininterrumpida. Conozco a su esposa Betty.