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Hamburger sin pepinos

Hamburger sin pepinos
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  • Publishedoctubre 31, 2025
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Por Miguel SOLANO

 

 

Cuando Will nació ya en la cultura de Al Capone no quedaba nada y la famosa frase del buen aventurero comerciante de Chicago nunca la llegó a escuchar. Cuando en su trabajo alguien le dijo “los accidentes sólo les ocurren a aquellos que los permiten”, no se preocupó, en lo más mínimo, por conocer su origen, quién la había dicho y cuándo. Así que no aprendió que en el
mundo de los negocios, para conseguir un buen acuerdo, “siempre hay que ir preparado con buenos argumentos, pero llevar un revólver para por sí acaso”, método que aceleró el aumento de las riquezas del chicagontino.

Will era gallardo, pelo rubio, ojos verdes y cuerpo bien cuidado, tanto que las mujeres lo consideraban un tesoro inaccesible, o por lo menos, un toro difícil de amarrar. No hacia gala de su inteligencia, le bastó con graduarse de financista en una universidad, no tan famosa, pero con cierto renombre.

 

Inicio su trabajo en una empresa de hipotecas cuyos reportes financieros indicaban bienestar y regocijos. En ese ambiente de placer no creyó necesario entrar en el mundo de la prevención y el ahorro: ¡Chele que entraba, chele que se disfrutaba!

El 30 de mayo, como si fuese para celebrar el ajusticiamiento del tirano, Will llegó a su empresa y encontró las puertas cerradas. Los informes financieros que leyó eran falsos, los socios se habían peleado y se habló de que uno desapareció sin que su cuerpo haya sido encontrado.

Will vuelve a su casa, se tira en su cama, mira al Cielo, sin preguntar por Dios. Siente hambre, mete sus manos en sus bolsillos y descubre que todo cuanto tiene le alcanza para una hamburguesa. El Mcdonald’s no le quedó lejos y comprendió que caminar le haría bien. Llegó y a una joven, gorda y desatenta, le interrogó, con mirada de odio. Will lo sintió, pero cuando examinó el cuerpo lleno de grasas desordenadas entendió que la joven tenía razón para ofrecer cementerio abandonado:
— Una hamburguesa, ordenó
—¿Cuál de ellas?
— La completa, la que trae de todo.

Minutos después llegaba su hamburguesa. Todo el que compra una hamburguesa espera que cuando muerda suene el crak del pepino, sonido que no apareció. Will pensó que quizás el había mordido en el lado equivocado. Le dió una vuelta al sándwich y mordió del otro lado, tampoco el pepinillo mostró su presencia. Pensó que la joven, por maldad, lo había puesto entre el tomate y el queso. Abrió el sándwich. En ningún lado había pepinillo. Fue a reclamar:
— Usted no tiene derecho a reclamar porque usted abrió el sándwich y pudo sacar el pepinillo y comerselo, aparte.

Will se enfureció como nunca lo había hecho. El Macdonald estaba repleto y la gente vió la oportunidad para darles vida a las redes. Firmaron vídeos y todo se hizo viral. Los que estaban a su favor y los que estaban en contra, sumaron millones.

Will regresa a su casa. Ya es un hombre famoso sin que lo sepa. Reinició la normalidad de su vida y empezó a enviar su currículum y conseguir entrevista de trabajo. Su record era bueno e inmediatamente lo llamaron. El entrevistador entendió que el candidato era perfecto y así se lo hizo saber:
— Sin lugar a dudas que el trabajo es suyo. Nos falta, sólo, revisar algunas redes para lo cual necesitamos su autorización. Firmemos está hoja.

Will firmó y el entrevistador se fue a un cuarto oscuro. Abrió Google y apareció el vídeo, abrió YouTube y apareció el vídeo, abrió facebook y apareció el vídeo… Regreso donde Will y le dió la inesperada noticia:

— Como usted deberá entender nuestra empresa le presta mucha atención a las redes y no podemos contratar a una persona con ese nivel de fama.

Will se fue a su casa. Sabía lo que tenía que hacer: ¡Tenía derechos constitucional! Llamó, una por una, a las compañías y, con elementos legales muy específico, como el de que “todo se hizo sin mi consentimiento”, logró que fuera borrado del mapa cibernético, sin dejar huellas.

Dos días después, Will acude a una entrevista. La entrevistadora, desde que lo vió se le metió y se le despertó el apetito por hombre, circunstancias que le garantizó una entrevista armoniosa y llena de eróticas miradas.

— El puesto es suyo, le confirmó.

Y con la hoja firmada se fue al cuarto oscuro. Buscó en Google y nada, buscó en facebook y nada, buscó en Youtube y nada… Regresó dónde William:
— Como entenderá, usted no existe. Y nosotros no podemos contratar a un fantasma.
*Basado en la comedia de Josh Johnson.

La Prensa tras la verdad