Guerra con Haití
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Juan Taveras Hernández
Alguien, que no somos nosotros, los dominicanos, están creando, desde hace algunos años, un enfrentamiento sangriento con el pueblo haitiano.
Alguien, que no somos nosotros, los dominicanos, está provocando al pueblo dominicano para que, cansado de tantas provocaciones, de tantos atentados contra la buena vecindad, contra el respeto a los acuerdos y protocolos bilaterales firmados hace años, desean una tragedia; que dominicanos y haitianos se aboquen a una guerra donde no puede haber vencidos, pues tanto los haitianos como los dominicanos, no somos más que víctimas, del poder extranjero y de nuestra propia incompetencia.
No es casual que Estados Unidos, que se meten donde no lo llaman, que invade y destruya ciudades, masacrando pueblos inocentes, no haga nada frente a la crisis insuperable de Haití. Y que los demás países que integran la llamada “comunidad internacional” sean ciegos, sordos y mudos, ante lo que ocurre en el vecino país.
El discurso de odio no es sólo de los dominicanos, también es de los haitianos. Pero por mucho.
Los dominicanos no agreden a los haitianos residentes en el país, en cambio los haitianos sí.
Un dominicano no vive seguro en Haití, un haitiano, por el contrario, vive seguro en territorio dominicano. La prueba es que más de miles de haitianos reside, la mayoría de manera ilegal, en nuestro territorio, sin mayores conflictos, salvo los normales entre personas con cultura, idioma y religión distintos.
Los dominicanos de este tiempo no tienen problemas con los haitianos; los haitianos, en cambio, si tienen problemas con los dominicanos.
Las élites, tanto dominicanas como haitianas, son las que históricamente han promovido y fomentado el odio, la venganza y la muerte. El sincretismo entre ambos pueblos es innegable. Lo vemos en los bateyes, los campos agrícolas, etc.
Los haitianos y los dominicanos bien pueden convivir, cada uno en su espacio, en su tierra, donde nacieron, crecieron y se desarrollaron, sin provocaciones, sin agravios ni ofensas, pero ello requiere de una voluntad, de una conciencia colectiva. No hay razones para las ofensas ni las provocaciones, de un lado, ni del otro. Podemos coexistir, respetando el derecho de cada uno.
Pero hay sectores, nacionales y extranjeros, que no desean una convivencia ordenada y pacífica. Creo que hay un plan macabro esencialmente en contra de la República Dominicana, no de Haití.
Creo que la llegada a Haití del bandolero paramilitar Guy Philippe amenazando con una guerra civil para derrotar al primer ministro de facto Ariel Henry, tampoco es casual.
Philippe no llegó a Haití, a Philippe Estados Unidos lo envió para crear más inestabilidad e inseguridad, tanto en Haití como en la zona fronteriza.