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El desafío de un Haití en caos

El desafío de un Haití en caos
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  • Publishedjunio 2, 2025
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Por: Alejandro Herrera.

 

 

En una mañana soleada, pero llena de pesadumbres por el caos mortal que se ha enseñoreado en Haití, una joven madre de apenas 29 años encaminaba a su hija a la escuela. De repente es interceptada por hombres armados pertenecientes a una de las cerca de doscientas pandillas que controlan ya más del 90% del territorio metropolitano, e intentan secuestrarla a lo que ella se resistió, recibiendo en el acto cinco disparos de balas en la cabeza que la dejan sin vida, y su niña, otra huérfana más.

El dramatismo de lo que allí acontece no puede ser más espeluznante. El Representante del Consejo Presidencial de Transición de Haití, Smith Agustín, expresó ante el Foro de la OEA hace unos días: “El sistema de opresión popular que se ha arraigado… ha dado lugar a monstruos capaces de quemar vivos a bebés, violar a niñas, incendiar hospitales, escuelas y bibliotecas, o inducir a niños desesperados al asesinato bajo el efecto de las drogas.”

Haití tocó fondo; los cadáveres son quemados en plena calle y en cualquier parte por donde camine te puedes tropezar con cráneos humanos. La vida no vale nada y el “Estado”, en ruina total y dependiente de la ayuda internacional, ha perdido el control y la capacidad de garantizar la seguridad de su gente, frente al creciente poder aterrador de las pandillas que ya controlan casi todo. Cobran sus propios impuestos y deciden lo mínimo y lo máximo en cada territorio bajo su dominio. Solo falta que oficialicen su poder y asuman el control político de lo queda de “gobierno.”

En pleno siglo XXI la barbarie y el caos reinan por sus fueros en un Haití castigado por la violencia, los secuestros, las enfermedades, la pobreza y los desastres naturales hasta convertirlo “en un pedazo del infierno en la tierra.” Es bueno que sepan aquí y en el exterior, que este no es un momento común, ni una crisis de las que estamos acostumbrados cuando miramos para el Oeste de nuestra isla. Esta caótica situación ha puesto a Haití en la puerta de un desastre humanitario de gran envergadura, cuyas profundas repercusiones interpelaran sin excusa a nuestra región y al mundo.

No podemos engañarnos, ni ponernos vendas en los ojos y mucho menos hacernos los desentendidos, a pesar del oído sordo de la Comunidad Internacional ante el eterno reclamo para que venga en auxilio de Haití, es y será la República Dominicana la primera en ser desafiada, y quizás muy afectada, ante la posibilidad de que el predominio de las bandas criminales decreten el colapso total del vecino país y luego miren para el lado dominicano como lo hacen los miles de haitianos que emprenden la huida hacia acá.

Frente a la problemática haitiana y sus amenazas, nuestro Interés Nacional siempre está en riesgo, y tradicionalmente la democracia dominicana ha sido incapaz de lidiar con efectividad para protegerlo. Los últimos Presidentes dominicanos aprenden sobre la marcha. Una prueba la ejemplifica el Presidente Luis Abinader que en el 2023 ordenó una aparatosa movilización de tropas hacia la frontera, el cierre de ésta y la interrupción del intercambio comercial; sin embargo, no logró detener el canal que construyeron los haitianos desviando las aguas del común rio Masacre.

No es aquel el mismo Presidente Abinader, que ahora más sereno, invita a los expresidentes dominicanos Hipólito Mejía, Danilo Medina y Leonel Fernández a dialogar sobre cómo hacer frente a un Haití, que aunque nos mande su embajador, no funciona como país normal, ahora agravado con el caos que siembran las pandillas criminales en disputa por el control territorial total.

En cuanto a nuestras Fuerzas Armadas, es cierto que hacen la tarea en el esfuerzo defensivo de proteger la delimitada frontera binacional, pero no logran curarla de su porosidad. Al tiempo que requieren renovar y reforzar su doctrina militar para que le permita concebir una visión estratégica integral y abarcadora, que descanse en una mayor capacidad operativa, y hasta ofensiva, ante las innegables amenazas que hoy representan a la seguridad nacional estas bandas criminales haitianas.

Trabajemos en un riguroso registro migratorio y laboral, en la especialización sobre la problemática, en las nuevas tecnologías y en una sistemática labor de inteligencia como instrumentos imprescindibles para mantener un atento y permanente monitoreo de la evolución de esta alarmante situación haitiana. Ya lo han dejado bien establecido los expertos desde tiempos inmemorables: “Un año de anarquía es peor que cien de tiranía”.

Nos urge lograr un Pacto Nacional sincero, sin instrumentalización politiquera y sin pérdida de tiempo, un protocolo que nos permita manejarnos frente al rompe cabeza haitiano, con un mínimo de 10 puntos, cuya permanencia trascienda los cambios de gobiernos cada cuatro años y donde no falte un punto que declare la tolerancia CERO de la corrupción en la frontera, en tanto agrede el interés nacional dominicano; y a cualquiera que ose traficar con elementos o mercancías prohibidas por nuestra frontera dominicana, que se le acuse con las consecuencias que conlleva: ¡de alta traición a la patria!

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