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Por Juan Taveras Hernández
Para un país de una cultura conservadora, donde el despotismo, el autoritarismo, el paternalismo y el caudillismo han primado durante casi toda su historia, resulta muy extraño, inverosímil, incluso, que un hombre joven, de apenas 57 años, con un poder inimaginable, en los tres poderes del Estado, como Luís Abinader, haya propiciado una Constitución abandonando todas las posibilidades de eternizarse en el poder, como muchos de sus antecesores.
Cuando el presidente Abinader dijo, con mucho tiempo de antelación, que sólo se postularía una vez, que no se mantendría en el poder más allá del 2028, por mandato de la Constitución, pocos le creyeron. El escepticismo embargó a muchos, tanto de la oposición como miembros de su propio partido.
Recuerdo algunas conversaciones con amigos del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y de la oposición, que no creían en la promesa reiterada del mandatario. “Luís no se presentará de nuevo, yo creo en su palabra”, lo dije, lo escribí para que “constara en acta”.
“Si Luís no cumple su promesa, si optara por un tercer mandato, se hundiría políticamente, echando por tierra su legado, además el gobierno y el partido quedarían destrozados. El partido se dividiría. Cada grupo tomaría su camino en busca de la candidatura presidencial. Sería un suicidio del presidente, sostuve.
Como sabemos, el presidente Abinader cumplió lo prometido. No irá más. No sólo lo dijo él, de manera enfática y reiterativa, sino que hizo se plasmara en la nueva Constitución. “La Constitución de Abinader”, como quedará consignada en los anales de la historia, no importa lo que ocurra en el porvenir.
Esto no significa que Abinader terminará su segundo mandato y se irá tranquilamente a su casa para disfrutar de su familia, esposa y nietos. No, con la fuerza moral y la calidad política con que terminará, seguirá en la política, como árbitro dentro del PRM, que lo necesitará más que nunca. Probablemente se presente como candidato a la presidencia del PRM.
En el país se producirá un vacío político enorme, una falta de liderazgo, un líder ético y moral que contribuya al fortalecimiento del sistema democrático vigente. Abinader puede llenar ese vacío. Ya veremos como se desarrollan los acontecimientos, tanto en el PRM como en los demás partidos políticos.
No creo en la eternidad de las cosas. No creo que los candados que le puso Abinader a la nueva Constitución sean para siempre. Nada dura para siempre en la vida; ni siquiera la vida misma. Las sociedades son dinámicas, cambiantes, al igual que los pueblos, que no siempre tienen la razón. Los candados impuestos por el presidente a su Constitución no son tan débiles como los que dice la oposición que ya tenía. No será fácil.