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”La paralización por más de seis horas del principal aeropuerto del país, sin respaldo de plantas emergentes, exige una investigación profunda y una rendición de cuentas urgente.”
Por Alexander Olivence G.
Lo sucedido este Domingo 21 de Septiembre en el Aeropuerto Internacional de las Américas (AILA) no puede ser catalogado como un simple “incidente técnico” o un “inconveniente pasajero”. Un corte de energía que se extiende por más de seis horas y que, lo más grave, encuentra inoperantes las plantas de emergencia diseñadas para estos casos, es mucho más que eso. Es un fallo sistémico, una campanada de alerta que resuena en los cimientos de nuestra seguridad nacional y en nuestra credibilidad internacional.
Nos enfrentamos a un evento que trasciende por completo la mala administración o la incompetencia puntual. Un aeropuerto internacional, especialmente uno de la categoría del AILA, es una infraestructura crítica. Es un nodo vital para la economía, la conectividad, la migración y la seguridad. Que este punto neurálgico pueda quedar paralizado por un problema de suministro eléctrico básico, sin que los protocolos de contingencia se activen de manera efectiva, revela una vulnerabilidad alarmante. Esto no es un tema menor de gestión aeroportuaria; es un asunto de Estado.
La imagen proyectada es devastadora. ¿Qué percepción de seguridad pueden tener los Estados vecinos y organismos internacionales de aviación civil cuando uno de nuestros principales puentes con el mundo se apaga por horas, junto con los sistemas de control migratorio, aduanas y seguridad? Este evento genera obligaciones de explicación formal ante foros internacionales y mancha la reputación de seriedad y confianza que la República Dominicana ha trabajado tanto en construir.
El Costo Humano y Económico del Caos
Mientras las autoridades buscaban una solución, miles de personas cargaban con las consecuencias. Turistas que iniciaban sus vacaciones, compatriotas que regresaban a casa, empresarios con citas cruciales y familias completas con itinerarios ajustados, todos vieron sus planes truncados en un mar de incertidumbre. El daño económico es cuantioso: aerolíneas afectadas, hoteles con reservas canceladas, comercios que dejaron de recibir clientes. Pero el daño reputacional es aún más profundo. Cada viajero que salió de esa terminal con una experiencia de caos se convierte, involuntariamente, en un embajador de una imagen de desorganización que golpea directamente a la Marca País.
Un Llamado Urgente a la Acción y la Transparencia
Ante esta situación, las disculpas protocolares y las promesas de investigar no son suficientes. La ciudadanía y los sectores productivos exigen, con justa razón, una respuesta contundente y transparente. Por ello, este medio se une al clamor que pide:
1. Una investigación exhaustiva e independiente que determine no solo las causas técnicas del apagón, sino también el porqué del colapso total de los sistemas de respaldo. ¿Dónde estaba la planta de emergencia? ¿Falló el mantenimiento? ¿Fue un error humano? El país merece saberlo.
2. Una revisión inmediata y pública de todos los protocolos de contingencia en todos los aeropuertos internacionales de la nación. Este evento debe ser el punto de partida para una auditoría de resistencia de nuestras infraestructuras críticas.
3. La rendición de un informe detallado y accesible a la nación, que explique con claridad lo sucedido, las medidas adoptadas para solucionarlo y, lo más importante, el plan concreto para garantizar que no se repetirá.
Lo ocurrido en el AILA es una lección dura, pero necesaria. Es una oportunidad para corregir el rumbo y demostrar que la seguridad, la eficiencia y la transparencia son pilares no negociables. El Gobierno Dominicano tiene la palabra. La credibilidad de la Marca República Dominicana depende de su respuesta.